El Hospital de Valme: un ejemplo de la Sanidad Pública desbordada

He de reconocer que no he vuelto por las Urgencias del Hospital de Valme desde hace casi tres años. Tras sufrir un pequeño calvario que ahora les voy a relatar, no dudé en sacarme un seguro médico privado para cuando hiciera falta (por suerte, toquemos madera, poco…). Así que todo lo que voy a contar sucedió hace mucho tiempo aunque por lo que me comentan, tampoco han cambiado mucho las cosas…

Pacientes amontonados en una zona habilitada en Urgencias. Sin baño, por supuesto...

Pacientes amontonados en una zona habilitada en Urgencias. Sin baño, por supuesto...

Primavera de 2007. Quien os escribe llevaba algunas semanas algo flojo, con algunos mareíllos y pocas ganas de comer. Tras acudir en un par de ocasiones a las urgencias del ambulatorio de mi barrio (donde me trataron bien, a pesar de achacar los mareos en primera instancia a un tapón de oído y a las siempre socorridas cervicales…), decidí acudir a urgencias del Hospital de Valme una tarde en la que ya tuve un mareo más chungo que me preocupó realmente. Salí del trabajo y fui allí directamente.

Tras esperar durante algo más de una hora -hasta cierto punto, comprensible…- entro en una sala donde me atiende una chica joven que, con toda su buena intención, y tras un breve examen ocular, me dice que puedo tener Menière y me pide que me haga unas pruebas que, con suerte, tendrían lugar un par de meses después…

Con la intranquilidad en el cuerpo decido pedir cita a la consulta del doctor Pablo Muñoz Cariñanos (gran médico y mejor persona) quien me tranquiliza diciéndome que mis mareos podrán venir de otro sitio, pero que mi oído está perfectamente. Es más, su instinto y su ojo clínico -ése que no se cultiva en las aulas de Medicina- le llevan a recomendarme una “vida más tranquila” y a apuntar al estrés como posible desencadenante de toda una cadena de síntomas desagradables (mareos, sensación de irrealidad, pitidos en los oídos, estómago hecho polvo…).

Pero los mareos no se iban a ir (entre otras cosas porque tampoco hacía una vida más tranquila) y una noche, mientras comía en casa de un amigo la cosa se puso fea. Acudí a eso de medianoche, de nuevo, a Urgencias del Hospital de Valme. Esta vez no me iba a ir de allí sin un diagnóstico fiable. Estaba dispuesto a esperar lo que fuera necesario, aunque quizás no tanto como el destino me tenía reservado…
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Mi primer día de esquí en Sierra Nevada…

En esta vida hay tres tipos de deportistas. Se les identifica desde bien temprano:

1.- Aquellos que juegan bien a todo. Tienen buen físico, nunca miran con cara de “me muero” al profe de gimnasia cuando pide otra vuelta más al campo…

2.- Los que odian la gimnasia y cuando llega esa maldita hora, marcada a fuego en el interior de la tapa del plumier, se echan a temblar. No juegan bien a nada y deciden apartarse. Prefieren buscarse a una buena amiga con la que charlar, manos en bolsillo, mientras miran -de una forma “especial” que años más tarde comprenderán- como sus otros compañeros pelean por la pelota de baloncesto. Estos acaban por tener el mejor físico a partir de los 17-18, pero ahí no voy a entrar porque va más bien de “salir”.

3.- Y después están los que son como yo. Me gustaba la gimnasia porque implicaba no estar en clase. Nunca destaqué en ningún deporte -con la excepción del ping pong porque no requería mucho fondo físico- y me gustaba “picotear” de casi todas las disciplinas sin poner pasión en ninguna (porque tampoco tenía aptitudes). Jugaba al tenis de forma mediocre, jugaba al fútbol de forma mediocre (hasta que cumplí los 20… entonces empecé a jugar fatal aunque sigo siendo el máximo goleador en el ránking de eficiencia de Los Niños del Barril), jugaba al voleibol de forma mediocre, patinaba de forma mediocre, pero estando ahí, en lo que yo denomino “la línea de 6″, uno puede estar en casi todos los foros y poder participar haciéndolo “bien”.

Vuelve el perro arrepentido, con su mirada tan tierna, con el hocico partido...¡con el rabo entre las piernas!

Vuelve el perro arrepentido, con su mirada tan tierna, con el hocico partido...¡con el rabo entre las piernas!

Sin embargo, había un deporte que no había intentando. Una disciplina para gente preparada, para físicos portentosos, para mentes arriesgadas, para intrépidos vaya. Sí, el esquí.
En nuestra pandilla tenemos uno de esos miembros que estaría en el número 1. Mi amigo Migue, además de tener una interesante filosofía de vida que no estoy autorizado a revelar, juega bien a todo. Pádel, Ping Pong, Baloncesto…y esquí.

Corría el mes de marzo de 2007. El Cabrilla, Waxi y algun@s más decidimos aventurarnos en ese mundo. Migue iba a ser nuestro monitor. Yo patinaba bien así que, ¡qué demonios! Esquiar no iba a ser tan difícil. No sé por qué absurdo motivo pensé que patinar y esquiar tenían algo ver…
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Botellón en la Antártida

whisky-antartidaCuentan hoy en elmundo.es que un equipo de arqueólogos neozelandeses va a emprender una megaexpedición para buscar un tesoro bajo el gélido paisaje de la Antártida. Objetivo: un par de cajas de whisky de malta escocés la mar de antiguo que ya no se fabrica.

¡Chúpate ésa! Los expedicionarios, pertenecientes a la Sociedad para la Conservación del Patrimonio Histórico de la Antártida de Nueva Zelanda llevan consigo el equipo de Terminator. Hay que perforar el hielo pero no se puede dañar el whisky. Esto me recuerda a la frase del Cabrilla en los juzgados de Dos Hermanas cuando hacíamos botellón: “Killo, al que rompa una botella lo mato”. Era Johnnie Walker o White Label, pero p’al caso, para nosotros era igual que el Mackinlay’s Old Scotch Whisky (que es como se llama el brebaje de alto estánding que van a buscar a lo Indiana Jones) que anda sumergido bajo el hielo.

Hombre, fresquito debe estar -digo yo- y, seamos serios, ¿quién nos asegura que estos expedicionarios no se meten un lingotazo del soberbio caldo y después rellenan la botella con jeringa como cualquier en tasca garrafoniana que se precie? Los factores para pensar en ello son varios, pero el principal es que no queda vivo ni un solo paladar de los que pudieron catar este oro líquido de Escocia. Así que, ¿quién puede asegurar que lo que llegue a la civilización sea el líquido original?

La verdadera historia tras esa caja no la conocemos, ni la conoceremos. La que ha trascendido es que Ernest Shackleton, un explorador irlandés, intentó en 1907 ser el primero en llegar al Polo Sur y fracasó. Y, digo yo, en las películas siempre se nos ha vendido la imagen de la petaquita en pecho, junto al corazón, con el caldito calentito…pero ¡dos cajas de whisky para un solo tío! Así normal que no llegara…y lo que se bebería por el camino… Sigue leyendo la canallada Botellón en la Antártida

Adiós a mi inseparable bolso

Has surcado conmigo los cielos de medio mundo. Has alojado en tu seno mi cartera, mis MP3s, mis teléfonos, cargadores, medicinas, chucherías… Siempre sin protestar. Ni siquiera cuando algún poli americano sin escrúpulos rebuscaba en tu interior buscando restos de alguna sustancia ilegal o de algún explosivo en polvo antes de coger un avión. Ni siquiera [...]

En la celda de Frank Morris

mirandosanfrancisco

El año pasado tuve la suerte de visitar el penal de Alcatraz en San Francisco. “La Roca”, como la llamaban sus presos, es un lugar frío, donde el ruido constante de las gaviotas que sobrevolaban el islote se vuelve insoportable a los pocos minutos. El agua que lo rodea todo llega a calar hasta los muros por lo que, a buen seguro, quien daba con sus huesos en Alcatraz experimentaba durante su estancia un existencia inolvidable.

La Roca es, con diferencia, el monumento más visitado de Estados Unidos. Y no me extraña. El cuidado que se ha hecho de las instalaciones es excepcional. No se ha restaurado ni se ha mejorado. Se practican los cuidados justos para que se mantenga exactamente igual que en 1963 cuando fue clausurada porque el gasto era inasumible para el Gobierno estadounidense. Sigue leyendo la canallada En la celda de Frank Morris

Perdido en un puñado de segundos

eltiempoNueve menos cuarto de la mañana. Suena el despertador. Es el comienzo de un nuevo día de trabajo, atascos, retos y estrés a raudales. Es el inicio de todo eso que tan poco me gusta pero que tanto necesito. A veces, lo pido a gritos para no dejar hueco al pensamiento. Sin embargo, antes de que todo eso ocurra, hay un momento que dura sólo unos segundos, en el que me quedaría durante horas.

Ese pequeño trance -entre el sueño profundo y la conciencia plena del nuevo día- es para mí un trasunto de paz. Es un momento en el que no hay alegría o tristeza, no hay tiempo, no hay edad. No hay nada más que algo cercano a tu propio ser. No hay vínculo con el tiempo y la mente no juzga, no te lleva hacia adelante o hacia atrás en el tiempo. No te recuerda si anoche perdistes a un ser querido y lo llorastes hasta quedar dormido o si, fruto del azar, te convertiste en el mayor de los millonarios. Es tu esencia, sin tiempo, sin prejuicios, sin la identificación con el “yo” que, en unos minutos, se autocompadecerá de sí mismo bajo la ducha por ese largo día que tan cuesta arriba se presenta. Sigue leyendo la canallada Perdido en un puñado de segundos

Te lo debía desde hace un año

Ya hace un año que te fuiste amigo. Y parece que fue ayer. Una llamada al filo de la medianoche, de ésas que te dejan frío, de las que paran el tiempo y rasgan para siempre los corazones, nos anunció que te habías ido.
Estabas jugando al fútbol, a ese deporte que con tanta pasión vivías en el campo o en la grada, cuando recibiste el toque inexcusable de quien está arriba. Hacían falta almas buenas en el cielo y contigo no tuvo mucho que pensar. Te paró el corazón para llevárselo lleno de bondad, de buen humor y, en definitiva, de todo eso que llevan dentro esas personas cuyo hueco en la Tierra es imposible de rellenar. Sigue leyendo la canallada Te lo debía desde hace un año

¿Qué habría sido de nosotros si Google, Youtube, etcétera se hubieran inventado en los 80?

Nada habría sido igual

Nada habría sido igual

Entre rebujito y rebujito, una noche me dio por plantearme -¿¡qué coño llevaba aquel rebujito!?- sobre nuestra existencia adolescente si hubieran existido Internet y los servicios que tanto usamos hoy en día. Sí, ya muchos lo han hecho, pero en mi caso particular me di cuenta de que habría destrozado mi infancia.

Para empezar, el rollito de “mamá, voy a casa de Nando a por los apuntes” se habría ido directamente al garete. “Que te los mande por correo electrónico que se tarda menos y no te enredas. Además tu padre te acaba de comprar una impresora la mar de buena”, habría respondido mi madre con total seguridad. Ídem con las pelis, cintas TDK grabadas con musiquilla, etcétera.

Tampoco podría haber empleado el socorrido “voy a ayudar a Nando a entregar invitaciones para su cumpleaños, mamá”. La solución habría sido: “crea un evento en Tuenti y así se enteran todos”.

Eso sí, mi madre se habría vuelto menos loca conmigo, ya que no paraba de preguntar cosas absurdas todo el día. Casi siempre tenían como objetivo dejar de un lado la comida, distraerla para que no me echara una bronca por alguna trastada… Cuestiones como “¿seguro que dentro de Espinete hay una mujer?” o “¿Mamá, por qué hoy no han echado la Gallina Caponata y en su lugar han puesto una peli de policías dando tiros en Madrid (Así viví el 23F desde mi mente ingenua)?” se habrían resuelto con un “Míralo en Google, enano”.

Ni que decir tiene que Los Reyes Magos, Papá Noel, El Ratón Pérez y demás no habrían durado en mi mente más de 5 minutos. Eso sí, Google habría sido menos cruel, seguro, que el hermano mayor cabrón -siempre existe- de nuestro mejor amigo que aprovechaba cuando estábamos jugando a los clics o al Tente para entrar y decir: “¡Los Reyes son los padres!” y salir corriendo descojonado…

Lo de decir “ñoco” muchas veces, que para mí siempre tenía su puntito de picardía, a pesar de su trivialidad, se habría quedado corto pronto. Pero igual que las historias amedrentadoras de abuelas y tias histéricas del tipo: “Cuidado con los mantequeros (¡qué grandes historias!)”, “Ojito con ir a la discoteca Em que el otro día le hicieron a una la ‘Sonrisa del payaso’” o “Vigila tu Coca Cola no te vayan a echar polvitos en la Disco Light” (“Ojalá” respondía siempre, en voz baja, mi amigo M, qué vicioso…menos mal que después se enderezó).

Con el tiempo aprendes que los polvitos, sean del tipo que sean, siempre los tienes que pagar, que los camellos no van por ahí regalando mercancía y que las Disco Lights, son las menos lights entre las discos.
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Aquella noche en Manhattan

Mejor o peor, una vista que a nadie puede dejar indiferente

Puede gustar más o menos, pero ésta es, sin duda, una vista que a nadie puede dejar indiferente

Penúltimo día en Nueva York. Agosto de 2009. Detrás habían quedado San Francisco, Las Vegas, Los Angeles y Hawaii. Muchas horas de vuelo, sorpresa con la amabilidad de los estadounidenses, con su excepcional gastronomía -si buscas un poco tienen restaurantes geniales- y con la diversidad del territorio norteamericano (con permiso de México y Canadá).

Bajo el puente de Brooklyn, a orillas del Hudson y con la retina llena de recuerdos, cientos de ventanitas iluminadas te recuerdan que estás en la ciudad más espectacular y abierta del mundo. Hay urbes más grandes, sí. Hay skylines mucho más modernos y con cotas más altas en los nuevos centros de negocio del mundo oriental que son impresionantes. Kuala Lumpur, Yokohama, Dubai… pero quizás mi mente de cateto culturizada a golpe de cine de Woody Allen y de superhéroe que vuela, escala o se invisibiliza en Manhattan, me engaña y me hace sentir como en mi segunda casa.

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Estoy ansioso…

…y no es por salir de marcha, ni por ir a la Matiné de B3 (que es mañana 8 de abril en Dos Hermanas), ni por trincar la botella de Johnnie Negro, ni por la piba de última (de)generación que conocí en aquel antro, ni por saber dónde irá a parar el Gobierno de ZP tras [...]