Botellón en la Antártida

whisky-antartidaCuentan hoy en elmundo.es que un equipo de arqueólogos neozelandeses va a emprender una megaexpedición para buscar un tesoro bajo el gélido paisaje de la Antártida. Objetivo: un par de cajas de whisky de malta escocés la mar de antiguo que ya no se fabrica.

¡Chúpate ésa! Los expedicionarios, pertenecientes a la Sociedad para la Conservación del Patrimonio Histórico de la Antártida de Nueva Zelanda llevan consigo el equipo de Terminator. Hay que perforar el hielo pero no se puede dañar el whisky. Esto me recuerda a la frase del Cabrilla en los juzgados de Dos Hermanas cuando hacíamos botellón: “Killo, al que rompa una botella lo mato”. Era Johnnie Walker o White Label, pero p’al caso, para nosotros era igual que el Mackinlay’s Old Scotch Whisky (que es como se llama el brebaje de alto estánding que van a buscar a lo Indiana Jones) que anda sumergido bajo el hielo.

Hombre, fresquito debe estar -digo yo- y, seamos serios, ¿quién nos asegura que estos expedicionarios no se meten un lingotazo del soberbio caldo y después rellenan la botella con jeringa como cualquier en tasca garrafoniana que se precie? Los factores para pensar en ello son varios, pero el principal es que no queda vivo ni un solo paladar de los que pudieron catar este oro líquido de Escocia. Así que, ¿quién puede asegurar que lo que llegue a la civilización sea el líquido original?

La verdadera historia tras esa caja no la conocemos, ni la conoceremos. La que ha trascendido es que Ernest Shackleton, un explorador irlandés, intentó en 1907 ser el primero en llegar al Polo Sur y fracasó. Y, digo yo, en las películas siempre se nos ha vendido la imagen de la petaquita en pecho, junto al corazón, con el caldito calentito…pero ¡dos cajas de whisky para un solo tío! Así normal que no llegara…y lo que se bebería por el camino…

Lo más absurdo de todo es que las recogerán, las llevaran a restaurarlas a Nueva Zelanda y después…¡las devolverán! NOOOOOOOO. Vamos a ver. Situémonos. Caminata con un frío que te cagas hasta Pingüinolandia, excavar con los mocos haciendo estalactitas, recoger botellón del paleolítico (¡Vale! Neolítico), devolver a Nueva Zelanda y ¿restaurar? NOOOOOOOOOO. Be-bér-se-las. Drinking. Pa’dentro. Chup-chup.

La destilería no está de acuerdo con eso de devolverlas restauradas a su sitio (yo tampoco) y creen que tienen derecho a que les entreguen, al menos, una botella o una muestra del whisky.

Al Fastier, líder de los arqueólogos y mentiroso compulsivo a tenor de sus declaraciones, asegura que “no quiere probarlo”. ¡Mentira! ¿Qué humano de fiar no siente curiosidad por tastar ese güiscazo de valor incalculable? Si no me fío de los abstemios, imaginaos de aquellos que se niegan a probar una obra maestra. Es como ir a Egipto y no entrar en una pirámide o ir a Ibiza y no entrar en Amnesia.

Por otra parte, esto me lleva a reflexionar sobre los oficios tan chulos que hay en el mundo y a los que los mortales como yo nunca tenemos acceso. Yo ahora, de mayor, quiero ser “recuperador de botellas de Whisky en entornos helados”. Y, por desgracia, lo más parecido que he hecho en mi vida ha sido un botellón en Sierra Nevada…

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