Paaaz y amooor, ¡y el Plus pal ‘cubón’!

Aquella noche, sólo necesitaba algo así para sentirme como en casa

Aquella noche, sólo necesitaba algo así para sentirme como en casa

La siguiente historia es una de ésas en las que estás pero no lo recuerdas muy bien; al día siguiente no crees que eso pudo pasar en realidad porque tú no eres así. Es más, normalmente, te lo cuentan porque tú no eres capaz de recordar todo eso. “¿Qué yo hice eso? Jí ome…” suele ser una de las preguntas que uno se hace cuando hace lo que yo hice.

Marzo de 1998. El día no me lo preguntéis porque ya es mucho afinar. Botellón alrededor del coche del Cabrilla -¡qué grande era el Clio y su radio- con los de siempre. El Negro, el Chino, Cyrano, el Pepe, el Loco y las dos o tres arpías femeninas que se arrejuntaban con nosotros por aquel entonces. (Nota del editor: ya no son arpías).

Recuerdo que me había tomado 6 o 7 cubatas. No más. Ese día estaba dispuesto a controlar y la discoteca 2001 me esperaba. “Killo, antes de irnos vamos a tomarnos unos chupitos en el Blue, ¿no?”, propuso el Chino justo después de contar una historia de unos años antes en la que aparecía una chica de pelo ligeramente colorado. “¿Chupitos?”, dijo el Conde, sabedor de sus malas experiencias anteriores con esos diabólicos vasitos diminutos. “Bueno, pero uno para calentar -como si hiciera falta…- y nos vamos a la 2001″.

En ese momento alguien debió decir: Conde, y un carajo. Pero no lo hicieron. “Claro, claro, un chupito y nos vamos”. Como en las películas americanas, ahora podría poner aquello de “Una hora después…”.

Tras beberme el quinto chupito y no saber si estaba bocarriba o …eso mismo, que por aquí se pasa el Kike y me da el premio, comencé a rechupetear los restos que dejaban mis ¿amigos? en sus vasos. “Ejto ehtá riquizimo”, comentaba yo mientras intentaba recordar, no ya dónde estaba el coche, no…ni siquiera las llaves. No. Me gustaría saber dónde estaba yo.

Sólo sé que debí pensar que el ambiente estaba muy cargado así que me salí a la calle. Mis amigos ya tenían diversión asegurada. El Conde llevaba una papa de persona mayor. Entonces mi yo indecente -el otro se quedaba en casa siempre los fines de semana- pensó que la cuba que había frente al bar llena de escombros y con un sofá asqueroso encima era el lugar ideal para descansar.

Me subí de un salto y me senté el sofá. O eso dicen. Yo no lo recuerdo. Entonces, al parecer, me puse a hacer como que cambiaba de canal al grito de “La porno del Plus, la porno del Plus, ¿dónde echan la porno del Plus?”. Dicen que el Chino se meó de la risa. Por lo visto, después de un rato me bajaron de ahí. Total, no echaban la porno del Plus, así que tampoco debió importarme tanto…

Tampoco recuerdo cómo llegué a casa, aunque sé que lo hice. Y que antes estuve en la 2001, y que el Loco, como siempre, a eso de las 5 de la mañana se fue con su frase de siempre: “Antes de dormir, manolita y lata de mejillones”. Seguramente condujo algún colega, como en alguna contada ocasión… El caso es que el mamón del Cabrilla quería que contara esta historia y yo, que soy un buen amigo, cumplo con sus deseos aunque sea echándome tierra encima.

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