El morbo del Enredo

Como en el trabajo me tienen como al primo de Kunta Kinte, de sol a sol, el sábado por la noche opté por una velada tranquilita en el piso que tienen Mary y el Negro. Allí nos juntamos Sony, Pifuto, Negro, Guachi y Mary. ¡Cuánto pseudónimo! Esto de que no se pueda enterar la gente de quiénes somos, a veces estresa. Guachi se fue prontito, tras degustar los magníficos, sensacionales y propios del mejor chef, «Espaguettis con Champiñones, Atún y Nata by El Conde». Esa gran comida sirvió para hacer una base en el estómago porque ya sabéis que no es bueno beber sin comer. Tras ver todos los vídeos que el Negro se ha bajado de Internet sobre el Club de la Comedia, Sony propuso jugar a las películas. La cosa pintaba mal. Si continuaba así, pronto íbamos a estar jugando a «piedra, papel, tijeras», dividiendo la casa en dos para jugar a «ladrón y policía», —también conocido como «poliladron»—, o pintando en un papelito el nombre de quien te gusta. ¡Qué triste! Decidí beber más rápido para llegar a mi turno del juego con menos vergüenza. La cosa consiste en no abrir la boca y gesticular para que tu compañero adivine qué película estás intentando mostrar haciendo el payaso. «Bagdad café», me dijo susurrando al oído Sony. Y, claro, entre la dificultad de la película y que el Negro me llevaba un Legendario-cola de ventaja, perdimos nuestro turno. Pero eso no tuvo tanta gracia como verle corriendo de un lado a otro del salón aleteando con los brazos y con el pantalón del chandal medio caído mientras hacía eses. Se supone que eso era «Alguien voló sobre el nido del cuco»…Sin comentarios. Tampoco la adiviné. Nos pegaron una paliza las mujeres, claro. Menos mal que al final alguien acabó rescatando de los altillos del armario el «Enredo», un juego que no debe faltar cuando hay chicas con las que rozarse. Uis…

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