El mito de León de Fandango se desvanece

Mi amistad con Tenorio, León de Fandango -«LdeF» en adelante- y Cobra sobrevive tres años después de habernos licenciado, así que la incursión nocturna del jueves pasado en la calle Betis sirvió para ponernos todos al día, gozar con las historias del pasado y comentar las maniobras para el futuro cercano, ahora que las responsabilidades han acabado con las interminables juergas.
Todos están ennoviados, y eso les ha provocado una enfermedad preocupante: se les ha olvidado ligar. A Tenorio se le podría tolerar en un momento dado porque siempre ha sido un meloso para los temas amorosos, un artista del amor a fuego lento y de la conquista como trabajo para un especialista en fondo. Cobra es emocionalmente estable y, salvando el incidente aquel del affaire por Internet que lo mantuvo enganchado a escasos kilómetros de Sierra Nevada, se ha mantenido en su línea. Pero lo de LdeF es incomprensible. Estamos hablando de un referente, del mito de la conquista del otro sexo, del rey del doblete en una sola noche que hizo estragos en los tiempos de Fandango. El jueves confesó su pérdida de «gol» entredientes, mientras agarraba una copa y miraba a una chica asiática que se contorneaba sobre la diminuta pista de baile de Big Ben al son del «Rock your body» de Justin Timberlake. Todo quedó en un «vaya como está la chinita», «si yo la pillara»…Balas de fogueo. En otro tiempo, un bar lleno de extranjeras nos habría proporcionado temas de conversación para los preliminares de cien exámenes finales, además de otras muchas cosas, porque los intercambios culturales siempre son positivos y de ellos siempre se aprende. Nada. Mucho, «me estoy calentando» e intentos de empezar a bailar, pero no hubo forma de hacer que LdeF olvidará su situación actual. Como dirían Presuntos Implicados, «¡Cómo hemos cambiado!»…

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