Aunque no os lo creáis, me da pena irme de vacaciones y dejar de contaros mis intimidades nocturnas a través de estas líneas. Ha llegado un momento en el que si no ocurren cosas interesantes y divertidas, me pongo muy nervioso porque no es fácil superar las locuras que vienen ocurriendo en los últimos meses. Y una locura es, precisamente, lo que le ocurrió a Leon de Fandango (LdeF). ¿Os acordáis de él? Sí, el crack eroticofestivo de las ondas sonoras deportivas. Pues bien, la noche siguiente a la experiencia fallida de los nadadores en Isla Canela, LdeF tuvo que sufrir en sus carnes o, mejor dicho, en su chapa, las iras de algún capullo integral, que no tuvo mejor idea que irse a hacer sus necesidades fisiológicas más sólidas en el techo de su fantástico Clio. Supongo que al imbécil en cuestión le molestó que el cochecito tuviera matrícula de «Sevilla». Yo no aguanto estas cosas, la verdad. A lo mejor es que el infeliz no tenía cuarto de baño en su casa o yo qué sé…Si le hubiéramos pillado allí, en el momento de la acción, no le habríamos pegado ni nada de eso, no; pero habría tenido la oportunidad inédita de conocer el sabor de sus productos intestinales. Menos mal que las chicas a las que, gentilmente y sin malas intenciones, transportó LdeF hasta sus casas no eran demasiado altas y cuando se metieron dentro del vehículo de amigo no alcanzaron a ver el «regalo» del amigo de Isla Canela. En fin, cambio de tema. A ver si los «canis» de Dos Hermanas y alrededores dejan de utilizar la ronda de circunvalación como una pista de velocidad, porque el otro día estaba tomando unas copas en el «Verona», al lado de una rotonda, y me acojoné cuando dos indeseables se pusieron a hacer trompos con sus coches tunning horteras. ¡Que para eso está el campo de la feria! Bueno amigos, os echaré de menos hasta septiembre. Bye.

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